El mal aliento, o también llamado de forma coloquial "halitosis" no se trata de una enfermedad en sí misma, sino más bien de un síntoma incluido en el marco de una enfermedad, por lo que para acabar con él hay que tratarlo de raíz.
Generalmente, el mal aliento no es un problema local que se haya originado en la boca, sino que está provocado por una mala digestión, incompleta, o fermentación de alimentos en los intestinos. Algunas otras causas pueden ser las infecciones por hongos como la cándida albicans, metales pesados acumulados como en el caso del mercurio o malfuncionamiento de riñón o hígado.
Es por esto que una regla básica para el mal aliento es tratar los problemas estomacales, limpiando nuestro tubo digestivo, ingiriendo más fibras solubles y beber abundante agua. Imprescincible tener una buena flora intestinal, para lo cual es idóneo el consumo regular de probióticos, que podremos conseguir tomando algún suplemento nutricional que contenga lactobacillus y acidophilus.

Para las personas propensas a sufrir de mal aliento, deben reducir o en algunos casos restringir el consumo de alimentos como el ajo y la cebolla, además de tener una higiene bucal idónea, ya que el sarro, caries, así como otras enfermedades de los dientes y encías también provoca mal aliento.
La clorofila suprime los olores de boca y garganta, además de ser muy beneficiosa para las vías digestivas, ya que ayuda en la producción de bacterias y en la desintoxicación del cuerpo. Además, tiene propiedades antioxidantes y antiinflamatorias.
También podemos recurrir a los enjuagues bucales con menta y mirra, o masticar perejil o eneldo, pero sin olvidar que esto no ataca al problema, sino que "disimula" o "esconde" la halitosis

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