Las algas se han utilizado desde tiempos remotos, siendo un bálsamo curativo para muchas culturas. Actualmente su uso se ha extendido notablemente, y es que sus grandes propiedades no pasan desapercibidas para casi nadie.

Consideradas como la mayor fuente de sales minerales y oligoelementos: destaca su contenido en yodo (más que el pescado), calcio, (algunas de ellas más que la leche), potasio, fósforo, cobre, hierro, zinc y sodio. Vitaminas A (aliada de nuestra piel, se encuentra en prácticamente todas las algas), E, C, D, K y F, así como las vitaminas del grupo B (B1, B2, y B12).
Su abundante fibra es saciante y ligeramente laxante, lo que facilita el tránsito intestinal, ayudando también a controlar el apetito y a reducir el colesterol, gracias a su contenido en ácidos grasos poliinsaturados.
Sus aminoácidos complementan las proteínas de los demás alimentos. Contienen todos los aminoácidos esenciales y 9 no esenciales. Por ello, están muy recomendadas en las dietas vegetarianas.
Activan las defensas de nuestro organismo (gracias a la clorofila presente en las algas, ya que aumenta la hemoglobina y estimula el sistema inmunitario), depuran el cuerpo de toxinas y fortalecen huesos, cabello y uñas.
Aplicadas externamente son ideales para tratar la celulitis, ya que se absorben con facilidad y rapidez por nuestra piel, lo que hace una mayor eficacia a la hora de hacer efecto los principios activos de las algas. Son antioxidantes, depurativas, hidratantes y adelgazantes, además de aportar brillo y firmeza a nuestra piel.

Wakame: rica en calcio, yodo y proteínas.
Dulse: rica en vitaminas A y C, así como en proteínas.
Espagueti de mar: rica en hierro, potasio y vitamina C.
Kombu: rica en fibras curativas y minerales.
Fucus: rica en yodo, saciante.
Nori: rica en proteínas, vitaminas A y B12.
Agar agar: rica en fibra saciante, suavizante del intestino.
Espirulina: rica en proteínas
Chlorella: rica en vitaminas y minerales.
Hijiki: rica en calcio
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